miércoles, 22 de enero de 2014

Mitos y certezas del sexo entre hombres.

El psicólogo Juan Macías analiza los prejuicios y las realidades de la sexualidad homosexual.

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A principios de los años 30 Alfred Kinsey recopiló datos sobre las prácticas sexuales y sorprendió a la conservadora sociedad americana cuando un 10% de los hombres entrevistados se manifestó exclusivamente homosexual y el 60% reconoció haber tenido al menos una práctica sexual con otro hombre. Lo privado pasó al ámbito de lo público, y por primera vez encontramos un referente sobre la sexualidad en el hombre y sobre la homosexualidad que no responde a criterios ideológicos sino estadísticos.

La salud mental de los hombres homosexuales y bisexuales sigue siendo una oportunidad solapada para cuestionar el sexo entre hombres como un comportamiento sano. Como han comprobado varios estudios, entre ellos el publicado en la revista “Pediatrics” (2013), los hombres que fueron rechazados por culpa de su sexualidad son 8,4 veces más proclives a intentos de suicidio y 6 veces más propensos a sufrir depresiones. Además están 3,4 veces más predispuestos a consumir drogas y a tener sexo sin protección. El estudio concluye que el daño ejercido por los padres y el entorno familiar compromete dramáticamente la salud de los hijos no heterosexuales. La variable que corelaciona con estos datos no es la orientación sexual, ni las prácticas sexuales: es homofobía o la bifobia.

Los homosexuales y bisexuales son “hombres que tienen sexo con hombres”, esto aunque sea evidente no es un dato irrelevante, la sexualidad masculina tiene características específicas, distintas a la femenina. La realidad heterosexual está condicionada por estas diferencias, de hecho, la dificultad sexual más frecuente en hombres heterosexuales es la disritmia (problemas de acople en pareja, en frecuencia y forma).

Veamos algunos datos estadísticos en cuanto a la sexualidad entre hombres: le dan una importancia al sexo en sus vidas de 7,5 y la valoración media de la satisfacción con su vida sexual es de 7,2 sobre 10; el 46,9% está en una relación de pareja, frente a un 53,1 que está soltero. Las formas de ligue son principalmente bares y discotecas, a través de amigos e internet/móvil. La media de parejas sexuales es de 39. En cuanto al momento ideal para mantener relaciones sexuales a un 52% le apetece a cualquier hora y el 76,2 practica sexo cualquier día de la semana, frente a un 11,9% en fin de semana. En relación a las prácticas sexuales: un 41% penetra y es penetrado, un 13,4% es exclusivamente activo y un 5,2% exclusivamente recibe la penetración. Respecto al sexo oral, el 71,7% lo realiza de forma recíproca. Los miedos respecto a la sexualidad son VIH, no disfrutar de la sexualidad, no satisfacer a la pareja y la disfunción eréctil (“Conducta sexual de hombres homosexuales”, FELGT y Durex, 2004).

La sexualidad entre hombres responde a una erótica masculina. La fisiología y la educación definen un perfil sexual propio del hombre, pese a los prejuicios que pretenden “feminizar” la sexualidad de este colectivo, el sexo entre hombres, es por definición masculino. Basado en los mismos referentes reproductivos, el falocentrismo (pene / erección), coitocentrismo (penetración) y el orgasmocentrismo (orgasmo / eyaculación), están tan integrados en la sexualidad masculina que casi nos cuesta imaginar una sexualidad alternativa. La erección instantánea, permanente y todopoderosa, junto a la penetración como la práctica sexual más “completa” para conseguir el orgasmo, son los dos grandes mitos que limitan la sexualidad masculina y provoca la mayor parte de las disfunciones sexuales.

La penetración anal requiere una erección más consistente que una vaginal y una fuerza equivalente a 760 milímetros de mercurio de presión; normalizar la dificultad de esta práctica, así como el aprendizaje en la dilatación del esfínter anal y la lubricación artificial, son elementos específicos del sexo entre hombres. Son comunes las dificultades asociadas a la penetración, tanto en su rol activo como receptor. A veces la dificultad de penetrar, especialmente en jóvenes u hombres con poca experiencia, produce ansiedad e inseguridad que facilita la disfunción eréctil de origen psicológico. Es absolutamente normal precisar un aprendizaje. Es frecuente querer acelerar este proceso, pero la ansiedad asociada complica el desempeño y sobretodo el disfrute sexual.

Las dificultades asociadas al orgasmo/eyaculación son frecuentes, la eyaculación precoz y la eyaculación retardada, son comunes en hombres en general. En el caso del sexo entre hombres, la eyaculación precoz es más frecuente en jóvenes u hombres con poca experiencia, asociada especialmente a la penetración anal (con mayor presión y estimulación en el pene que la vaginal). En cuanto a la eyaculación retardada, es destacable que algunos perfiles acostumbrados a contener la eyaculación aprenden a “frenar” los estímulos que provocan el orgasmo y presentan dificultades o en algunos casos, mucha exigencia en las condiciones y las prácticas para poder alcanzarlo.

La masturbación mutua en sus distintas variantes, las caricias y manipulación del pene, los testículos y el ano, incluyendo el sexo oral (buco-genital y buco-anal), junto a la estimulación de otras zonas erógenas no genitales, como pezones, boca, cuello, muslos, etc. son la base de las practicas sexuales entre hombres. Una parte incorpora la penetración como una práctica habitual, mientras que otros la practican con poca frecuencia o no la incluyen en su rutina.

La sexualidad entre hombres es penalizada por incumplir criterios heterosexuales reproductivos. No por su orientación sexual, sino por su naturaleza como hombres. Por ejemplo los hombres “reclaman” más relaciones sexuales que las mujeres independientemente de su orientación, (Bustamente 2012). Esto no es “promiscuidad” es una consecuencia de la sexualidad masculina. El hombre tiene ritmos de excitación más rápidos, más visuales, con más facilidad para la iniciativa, para disociar del afecto, para focalizar en una parte del cuerpo, etc. Esto construye un escenario de sexo entre hombres, propio del hombre. Que puede ser tildado de “promiscuo”, “sexo sin afecto”, “vicio”, “falta de compromiso”, “inmadurez” etc. Apelativos que aunque se pueden confundir con un juicio moral hacia la homosexualidad, son en realidad un juicio hacia la sexualidad del hombre.

Una vez más nos vemos obligados a hablar de “sexualidades” y a cuestionar nuestra forma de mirar y juzgar el sexo. La sexualidad es una oportunidad de crecimiento intimo, afectivo y relacional, aprovechemos esta oportunidad.

Fuente: ociogay.com

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