El psicólogo Juan Macías analiza los prejuicios y las realidades de la sexualidad homosexual.
A principios de los años 30 Alfred Kinsey
recopiló datos sobre las prácticas sexuales y sorprendió a la
conservadora sociedad americana cuando un 10% de los hombres
entrevistados se manifestó exclusivamente homosexual y el 60% reconoció
haber tenido al menos una práctica sexual con otro hombre. Lo privado
pasó al ámbito de lo público, y por primera vez encontramos un referente
sobre la sexualidad en el hombre y sobre la homosexualidad que no
responde a criterios ideológicos sino estadísticos.
La salud mental de los hombres homosexuales y
bisexuales sigue siendo una oportunidad solapada para cuestionar el sexo
entre hombres como un comportamiento sano. Como han comprobado varios
estudios, entre ellos el publicado en la revista “Pediatrics” (2013), los hombres que fueron rechazados por culpa de su sexualidad son 8,4 veces más proclives a intentos de suicidio
y 6 veces más propensos a sufrir depresiones. Además están 3,4 veces
más predispuestos a consumir drogas y a tener sexo sin protección. El
estudio concluye que el daño ejercido por los padres y el entorno
familiar compromete dramáticamente la salud de los hijos no
heterosexuales. La variable que corelaciona con estos datos no es la
orientación sexual, ni las prácticas sexuales: es homofobía o la
bifobia.
Los homosexuales y bisexuales son “hombres que tienen sexo con hombres”,
esto aunque sea evidente no es un dato irrelevante, la sexualidad
masculina tiene características específicas, distintas a la femenina. La
realidad heterosexual está condicionada por estas diferencias, de
hecho, la dificultad sexual más frecuente en hombres heterosexuales es
la disritmia (problemas de acople en pareja, en frecuencia y forma).
Veamos algunos datos estadísticos en cuanto a la
sexualidad entre hombres: le dan una importancia al sexo en sus vidas de
7,5 y la valoración media de la satisfacción con su vida sexual es de
7,2 sobre 10; el 46,9% está en una relación de pareja, frente a un 53,1
que está soltero. Las formas de ligue son principalmente bares y
discotecas, a través de amigos e internet/móvil. La media de parejas
sexuales es de 39. En cuanto al momento ideal para mantener relaciones
sexuales a un 52% le apetece a cualquier hora y el 76,2 practica sexo
cualquier día de la semana, frente a un 11,9% en fin de semana. En
relación a las prácticas sexuales: un 41% penetra y es penetrado, un
13,4% es exclusivamente activo y un 5,2% exclusivamente recibe la
penetración. Respecto al sexo oral, el 71,7% lo realiza de forma
recíproca. Los miedos respecto a la sexualidad son VIH, no disfrutar de
la sexualidad, no satisfacer a la pareja y la disfunción eréctil (“Conducta sexual de hombres homosexuales”, FELGT y Durex, 2004).
La sexualidad entre hombres responde a una erótica
masculina. La fisiología y la educación definen un perfil sexual propio
del hombre, pese a los prejuicios que pretenden “feminizar” la
sexualidad de este colectivo, el sexo entre hombres, es por definición
masculino. Basado en los mismos referentes reproductivos, el
falocentrismo (pene / erección), coitocentrismo (penetración) y el
orgasmocentrismo (orgasmo / eyaculación), están tan integrados en la
sexualidad masculina que casi nos cuesta imaginar una sexualidad
alternativa. La erección instantánea, permanente y todopoderosa, junto a
la penetración como la práctica sexual más “completa” para conseguir el
orgasmo, son los dos grandes mitos que limitan la sexualidad masculina y
provoca la mayor parte de las disfunciones sexuales.
La penetración anal requiere una erección más
consistente que una vaginal y una fuerza equivalente a 760 milímetros de
mercurio de presión; normalizar la dificultad de esta práctica, así
como el aprendizaje en la dilatación del esfínter anal y la lubricación
artificial, son elementos específicos del sexo entre hombres. Son
comunes las dificultades asociadas a la penetración, tanto en su rol
activo como receptor. A veces la dificultad de penetrar, especialmente
en jóvenes u hombres con poca experiencia, produce ansiedad e
inseguridad que facilita la disfunción eréctil de origen psicológico. Es
absolutamente normal precisar un aprendizaje. Es frecuente querer
acelerar este proceso, pero la ansiedad asociada complica el desempeño y
sobretodo el disfrute sexual.
Las dificultades asociadas al orgasmo/eyaculación son
frecuentes, la eyaculación precoz y la eyaculación retardada, son
comunes en hombres en general. En el caso del sexo entre hombres, la
eyaculación precoz es más frecuente en jóvenes u hombres con poca
experiencia, asociada especialmente a la penetración anal (con mayor
presión y estimulación en el pene que la vaginal). En cuanto a la
eyaculación retardada, es destacable que algunos perfiles acostumbrados a
contener la eyaculación aprenden a “frenar” los estímulos que provocan
el orgasmo y presentan dificultades o en algunos casos, mucha exigencia
en las condiciones y las prácticas para poder alcanzarlo.
La masturbación mutua en sus distintas variantes, las
caricias y manipulación del pene, los testículos y el ano, incluyendo
el sexo oral (buco-genital y buco-anal), junto a la estimulación de
otras zonas erógenas no genitales, como pezones, boca, cuello, muslos,
etc. son la base de las practicas sexuales entre hombres. Una parte
incorpora la penetración como una práctica habitual, mientras que otros
la practican con poca frecuencia o no la incluyen en su rutina.
La sexualidad entre hombres es penalizada por
incumplir criterios heterosexuales reproductivos. No por su orientación
sexual, sino por su naturaleza como hombres. Por ejemplo los hombres
“reclaman” más relaciones sexuales que las mujeres independientemente de
su orientación, (Bustamente 2012). Esto no es “promiscuidad” es una
consecuencia de la sexualidad masculina. El hombre tiene ritmos de
excitación más rápidos, más visuales, con más facilidad para la
iniciativa, para disociar del afecto, para focalizar en una parte del
cuerpo, etc. Esto construye un escenario de sexo entre hombres, propio
del hombre. Que puede ser tildado de “promiscuo”, “sexo sin afecto”,
“vicio”, “falta de compromiso”, “inmadurez” etc. Apelativos que aunque
se pueden confundir con un juicio moral hacia la homosexualidad, son en
realidad un juicio hacia la sexualidad del hombre.
Una vez más nos vemos obligados a hablar de
“sexualidades” y a cuestionar nuestra forma de mirar y juzgar el sexo.
La sexualidad es una oportunidad de crecimiento intimo, afectivo y
relacional, aprovechemos esta oportunidad.
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