Las mujeres no son monógamas ni
sexualmente pasivas. Eso es lo que un periodista estadounidense asegura
en un libro publicado esta semana en su país, y que intenta enfrentar
estudios científicos a una serie de estereotipos de género que han
relegado al mundo femenino de su verdadero impulso sexual.
En “What Do Women Want? Adventures in the
Science of Female Desire” (¿Qué quieren las mujeres? Aventuras en la
ciencia del deseo femenino), Daniel Bergner asegura que incluso las
restricciones que socialmente se han aplicado a la sexualidad femenina,
muchas veces han cegado a los mismos científicos que estudian el
comportamiento de la mujer en cuanto a su libido. Ante esta realidad,
asegura el autor, ellas han debido adoptar una nueva forma de comprender
y hasta experimentar su vida sexual.
Por esto, según la teoría de Bergner, la
sexualidad femenina no es esa racional y equilibrada que se ha mostrado
por años en la cultura popular, sino que tan básica y animal como la
que se le atribuye al sexo masculino. El problema es que “el deseo de
las mujeres es una fuerza subestimada y (socialmente) limitada, incluso
en nuestros días, cuando todo puede parecer tan inundado de sexualidad,
más allá de las restricciones”, escribió.
“Hemos logrado convencernos de que un
género tiene que ver con la reproducción y otro, con el sexo. Es decir,
las mujeres tienen que ver con la reproducción y los hombres con el
sexo”, comentó el hombre, para quien la monogamia femenina versus el
supuesto instinto de esparcir la semilla todo lo posible –que se le
atribuye al hombre- es “un cuento de hadas”.
Como ejemplo, en su libro, el periodista
menciona las investigaciones hechas por la sexóloga Meredith Chivers,
quien utilizó la medición del flujo sanguíneo genital para evaluar los
momentos de excitación de un grupo de mujeres, mientras a éstas se les
hacía escuchar relatos eróticos heterosexuales, homosexuales y con
personas desconocidas.
Pese a que las mujeres evaluadas habían
asegurado sentirse más excitadas cuando se trataba de relaciones con una
pareja a largo plazo –con compromiso y amor de por medio-, los
resultados de Chivers demostraron que la libido aumentaba cuando se
trataba de sexo casual con extraños.
A esto, se le suma otro dato de Bergner,
quien en entrevista con Salon.com, comentó que la evidencia científica
indica no solo que el deseo femenino es equiparable al masculino,
prácticamente sin diferencias, sino que las hembras en distintas
especies son muchas veces las iniciadoras del acto sexual, lejos del
papel de pasivas que se le suele dar al también llamado “sexo débil”.
Sin embargo, hay excepciones no ajenas a la polémica.
Un tema delicado: la fantasía de sumisión
Tal vez uno de los temas que más
controversia causan en el libro, es el que se refiere a las fantasías
sexuales de dominación que han aparecido en varios estudios, y que se
presentaron en un 30% a 60% de mujeres que aseguraron tener ensoñaciones
eróticas del tipo “el hombre salvaje” que no puede controlar su
atracción hacia ellas, quedando indefensas a merced del desenfreno
sexual del sujeto.
Esto, polémicamente llamado “fantasía de
violación”, ha sido un tema que ha sacado ronchas entre las mujeres que
ven estos estudios como una forma de promover los abusos sexuales, y
bien lo sabe la sexóloga Marta Meana, quien entregó su testimonio en el
libro de Bergner, explicando de mejor forma qué significa este deseo
erótico: “Odio el término ‘fantasías de violación’. En la fantasía,
controlamos el estímulo. En la violación, dejamos de tener el control.
De lo que sí realmente se trata es de fantasías de sumisión”.
Por su parte, Bergner, fue enfático en
aclarar que un “no” de una mujer, es un “no”, y que por ningún momento
se está avalando la enfermiza idea de que al género femenino,
secretamente, le gustaría que abusaran de él. Y encuentra una
explicación a esta “fantasía de sumisión” en la vergüenza a la
sexualidad que, socialmente, ha sido inculcada por décadas en las
mujeres. De este modo, con la subordinación sexual, ellas se sentirían
“libres de culpa”.
“Una mujer, del mundo del arte de Nueva
York me dijo: ‘Yo no podía comentar lo que tú dijiste (sobre la
sumisión) sin sentirme avergonzada. Como si mi erotismo me estuviera
haciendo participar del sistema de patriarcado”, comentó la sexóloga.
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