Tríos. Orgías. Intercambios de pareja. El ambiente liberal aparece al caer la noche envuelto en un aura de secretismo
Como decía Woody Allen, «el sexo entre dos es hermoso, pero entre cinco es fantástico»
«Swingers», intercambio de parejas y sexo sin compromis.
«Swingers», intercambio de parejas y sexo sin compromis.
El mundo swinger se instaló en España a finales de los 80
Doce de la noche en un barrio señorial de Madrid. Ana aparece por la puerta de un local que se camufla entre la normalidad de la calle. La acompaña su marido, Roberto, que le da las llaves al aparcacoches y entra con ella. Al atravesar una cortina roja se abre un mundo nuevo, secreto y diferente al del exterior.
Ana y Roberto acuden cada fin de semana a
este local. Viernes y sábados, sin falta, asisten a su cita con el
juego, el deseo y la atracción. Son swingers, comparten su sexualidad
con otras parejas, aunque solo de la cortina para dentro. Llevan 22 años
casados y desde hace once llevan a cabo este tipo de experiencias con
dos reglas: solo existe intercambio si los dos quieren y deben
permanecer siempre en contacto. Si en algún momento alguno no se
encuentra cómodo, se detiene el proceso. Uno no puede sufrir por el
disfrute del otro. «Es vital que la pareja entre por la puerta con un
acuerdo de mínimos, sabiendo lo que están dispuestos a hacer y lo que
no», señala Roberto.
Su relación se basa en el respeto, un
aspecto «esencial» en este tipo de parejas. Aseguran que su matrimonio
se ha visto fortalecido desde que se convirtieron en swingers. «Teníamos
curiosidad por cómo sería el ambiente, nos atraía la idea y decidimos
probar», cuenta Ana, que ha visto cumplidos algunos de sus sueños más
ocultos. «A veces te obsesionas con una persona, pero si te la
encuentras aquí, realizas el deseo y la fantasía desaparece», indica.
A ellos les interesa más la parte social
del ambiente. «Nos gusta el sexo, pero no somos animales», dice Ana. Les
excita el juego, el tonteo, el ligue que podrían encontrar en cualquier
discoteca si estuviesen solteros. Pero no es así; están casados y de
cortinas para fuera nadie entiende su forma de vida. Por eso la guardan
en secreto. Lo que ocurre tras la cortina, tras la cortina se queda.
Raquel y Alberto son más directos. Tienen
31 y 35 años y no se consideran adictos al sexo, «pero casi». Acuden de
forma habitual a locales liberales, donde les gusta practicar sexo en
grupo. Alrededor de una piscina –o dentro en ocasiones– se juntan dos
parejas. O tres. O cuatro. Todo forma parte del juego y una simple
caricia permite la entrada en la fiesta.
Raquel se baña desnuda en la piscina.
Alberto la observa mientras se toma una copa. No es el único; en la mesa
de al lado, una pareja se ha fijado en ella y se acerca cuando sale del
agua. Casi ni se hablan, bastan las miradas para que empiecen a
besarse. Cada uno con la pareja del otro hasta que la temperatura se
caldea y pasan a mayores. Un hombre se aproxima y le hace una caricia a
Raquel. Ella le retira la mano. Él no insiste. Un «no» es un «no», es la
regla sagrada en este tipo de encuentros.
Sofía y Andrés son prácticamente vírgenes
en el ambiente. Para ellos, todo empezó hace dos años, cuando Sofía
accedió a cumplir la fantasía de Andrés de verla con otro hombre.
«Quería hacerle feliz», confiesa. Le gustó, pero aún no se ha atrevido a
repetirlo. «Espero que no me cueste tanto convencerla como la otra
vez», bromea Andrés. Encontraron a su invitado a través de las redes
sociales. Cada vez son más numerosas las páginas que ponen en contacto a
parejas de swingers a través de internet y que contrastan con el
ambiente de los locales. «Nos daba un poco de vergüenza ir a una sala
liberal y preferimos la intimidad de nuestra casa», cuenta Sofía. Sin
embargo, no es algo que recomienden los más experimentados, ya que no es
«del todo seguro». «En los locales te sientes protegido en todo
momento, pero en casa existe un mínimo peligro. Al fin y al cabo, no
sabes con quién te puedes encontrar», explica Roberto.
MÁS DE 100 LOCALES EN ESPAÑA
El mundo swinger se instaló en España a
finales de los 80, cuando Trama abrió sus puertas en Madrid. 25 años más
tarde, hay seis locales en la capital y poco más de cien en España.
Trama ya ha echado el cierre y sus dueños se han retirado, pero sus
hijos se han encargado de seguir con el negocio familiar situar otro
local como la referencia del ambiente madrileño.
Patricia es una de las dueñas y ejerce de
relaciones públicas en Fusión Vip, uno de los tres establecimientos de
la familia. Se encarga de enseñar el local a los que cruzan la cortina
sin saber muy bien qué van a encontrar dentro. Por un precio de entre 30
y 50 euros, cada viernes y cada sábado, son más de 120 parejas las que
entran con ganas de divertirse, de las que entre un 60 y un 70 por
ciento no son habituales. «Les explico todo desde cero y les enseño las
reglas básicas», indica. Todo está permitido, pero «siempre desde el
respeto».
Los swingers, sin embargo, no son un
invento actual. En la antigua Grecia, las fiestas y las comedias
celebradas en honor al dios Dionisos se caracterizaban por el erotismo.
Las orgías se desarrollaban en la noche del solsticio de invierno, en la
que hombres y mujeres se disfrazaban de sátiros y ninfas. En ellas,
«más de uno se atrevía a indagar en inéditos caminos de la sexualidad
que en circunstancias normales nunca hubiera soñado recorrer», como
asegura el escritor Juan Eslava en su obra Amor y sexo en la Antigua
Grecia. Todo por la diversión.
NO DEBE SER UN TABÚ
Los sexólogos avalan este tipo de
prácticas, especialmente en matrimonios que han perdido la fogosidad del
inicio de la relación. «Es una opción. La mayoría no la elige, solo lo
hace entre un tres y un cinco por ciento de las parejas, pero todas
tienen esa posibilidad», señala Miguel Ángel Cueto, secretario general
de la Federación Española de Sociedades de Sexología.
Se trata de una opción que Laura tiene en
la cabeza desde hace unos meses. Tiene 47 años y su terapeuta se lo
recomendó al contarle que tenía problemas en la cama con su marido. Aún
no se ha atrevido porque cree que es una decisión que no se debe «tomar a
la ligera» y que debe ser «consensuada por la pareja», algo que
confirma Cueto. «Los dos deben ser maduros y tener mucho cuidado con los
elementos que matan la relación: los celos y la culpa», indica el
sexólogo antes de rechazar todos los tabúes que rodean al entorno
swinger. «No se acaba de entender culturalmente que haya una pareja de
tipo abierta, pero el sexo nunca se debe considerar como algo
prohibido». Ya lo dijo Woody Allen, «existen dos cosas importantes en la
vida: una es el sexo y de la otra no me acuerdo».
Fuente: abc.es
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