El distrito rojo de Amsterdam goza de
fama internacional por ser un sitio turístico en el cual la prostitución
es legal y expuesta en grandes aparadores. Cada año miles de visitantes
se reúnen a contemplar a mujeres en poca ropa, o bien a contratar sus
servicios.
Sin embargo, por paradisiaco que parezca, las construcciones de la ciudad europea esconden verdades mucho menos agradables.
En su reciente visita a “Red Light
Secrets” Museum of Prostitution, el periodista Toby Sterling de AP
descubrió varios aspectos interesantes del barrio, de los cuales
destacamos los siguientes.
-La prostitución en Países Bajos se
remonta al siglo XVI, cuando las autoridades se hacían de la vista gorda
ante los marineros en busca de mujeres a su llegada al próspero puerto.
-Durante las guerras Napoleónicas, en
lugar de condenar el oficio comenzaron a hacerse chequeos médicos a las
trabajadoras sexuales para evitar la propagación de enfermedades
venéreas entre los soldados.
-El trabajo sexual es legal en Holanda
desde el año 2000. La edad mínima para ejercerlo recientemente cambió de
18 años a 21 años. Para verificar que se respete el reglamento, la zona
es observada por policías, trabajadores sociales y grupos civiles.
-La legalización se implementó con la
intención de combatir la trata de personas y los abusos a los derechos
humanos. Sin embargo, el maltrato a chicas explotadas por proxenetas es
aún una realidad que ocurre en burdeles underground.
- Ilonka Stakelborough, escort y
dirigente de un grupo defensor de trabajadoras sexuales llamado “Geisha
Institute” describió las habitaciones donde se llevan a cabo los
servicios: “miden 3×2 metros y un aspecto estándar con luces negras. Las
camas son bajas y fuertes, se ubican cerca de un lavamanos y un pequeño
armario lleno de lubricante, condones, juguetes sexuales y productos de
limpieza.”
- Stakelborough precisó que la clientela
es amplia, hombres de todos tipos, estados civiles y edades que las
visitan a toda hora, incluso en su camino al trabajo por las mañanas. Lo
que sí es norma entre todas es que no usan perfume, para no dejar
huella en el caso de que el cliente esté comprometido.
-En el corazón del barrio hay una guardería, justo al lado de los ventanales.
-Las mujeres rentan los aparadores en
los que pueden llegar a trabajar durante 11 horas, seis días a la
semana. Pasan mucho de su tiempo esperando clientes y el que les queda
libre visitando estéticas, salones de uñas y tiendas de ropa.
-La paga no es magnífica. Una ventana
cuesta alrededor de 200 dólares por medio día. Una sesión estándar de 15
minutos se cobra a 70 dólares. Lo que se llevan a casa antes de los
impuestos son alrededor de 150 dólares después de tener seis clientes o
340 al cabo de ocho.
-Finalmente, el 75% de las mujeres
provienen de países pobres como Rumania o Bulgaria que si bien están ahí
“voluntariamente” porque saben a lo que van, es inevitable preguntarse
si tenían otra opción.
El museo se ubica en un antiguo burdel
dentro del Barrio Rojo, que permite a los visitantes conocer la
historia, el estado de las prostitutas, ver los cuartos en los que
trabajan pero también leer sus confesiones, como una que dice: “Me hace
sentir muy sola que mi madre no sepa lo que hago”.
Después de esto ¿ves el barrio rojo con los mismos ojos?
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