Seguramente es Meredith Chivers la
especialista en sexualidad humana que más sabe de sexualidad femenina y
cuyos trabajos han servido de base para que Pere Estupiñá componga este
libro de divulgación sobre el tema.
Lo cierto es que la sexualidad humana
sigue siendo una gran desconocida, llena de tópicos y de lugares
comunes, pero afortunadamente cada vez se acumulan evidencias
experimentales sobre esta cuestión, algunas de las cuales son muy
intuitivas y otras bastante contraintutivas. Por ejemplo suele decirse
que las mujeres son monógamas y están poco interesadas en el sexo, cosa
que solo es verdad en parte puesto que la verdad completa del asunto es
que la sexualidad femenina es profundamente contextual y plástica.
Y sobre todo dependiente del ciclo vital,
de la pareja y del narcisismo, entendiendo como narcisismo a aquello
que nos autoafirma y ya todo el mundo sabe que el narcisismo femenino
tiene que ver con el potencial de deseo que sea capaz de desencadenar en
su pareja. Ser deseada es sexy y estimulante para cualquier mujer..
La idea fundamental es que las mujeres
responden a una mayor parte de estimulos en comparación con los hombres,
algo que Baumeister ya habia publicado en forma de una teoria: “la
teoria de la plasticidad erotica” en la mujer que explica no solamente
la respuesta sexual sino otras cuestiones no tan obvias de su repertorio
sentimental.
Los hombres solemos tener una sexualidad
más repetitiva, rigida, con gustos que no cambian con el tiempo,
mientras que las mujeres parecen adaptarse a una amplia gama de
estimulos y de preferencias, son por asi decir más versátiles. Algo de
lo que ya hablé en este post, a propósito de los distintos efectos que
los abusos sexuales procuran dependiendo del sexo y que se extiende a
las primeras imágenes sensoriales excitantes, algo que ha venido en
llamarse “la impronta sexual”: los hombres parecen quedar atrapados en
sus primeras imágenes placenteras de excitación infantil, lo cual
interesa para explicar ciertas conductas como las parafilias de las que
ya hablé aqui a propósito de la prevalencia casi absoluta para los
hombres.
La genitalidad
La mayor parte de las personas y sobre
todo los hombres asocian sexualidad y genitalidad, lo cual significa que
para un hombre es bastante dificil de imaginar el sexo en ausencia de
satisfacción genital. Un coito acaba siempre con la penetración y la
eyaculación con independencia de los preliminares que se usen antes o
durante el acto sexual.
Sin embargo las mujeres son menos
genitales que los hombres y lo más interesante es que en ellas parece
existir una especie de disociación entre la excitación genital y la
mental.
Esto es lo que se deduce del experimento de Chivers y Timmers (extraido de la web de Pablo Malo):
Se mostraron a hombres y mujeres-
homo y heterosexuales- una serie de películas donde había actividad
sexual chico-chica, chico-chico, chica-chica, un hombre masturbándose,
una mujer masturbándose, una chica haciendo ejercicio, un hombre
atractivo paseando por la playa y…bonobos teniendo relaciones sexuales.
Los investigadores medían la respuesta de excitación ante estas
películas de dos maneras: objetiva y subjetiva. En cuanto a la medida
objetiva, los sujetos estaban sentados a una silla y en los hombres se
utilizaba pletismografía peneana para ver el aumento del diámetro del
pene, y en la mujer fotopletismografía vaginal, que mide el aumento de
vasocongestión en el epitelio vaginal. Se les daba también un
instrumento en el que podían marcar lo excitados que ellos se sentían
subjetivamente.
Los hombres respondían de una
manera que Chivers llama específica de categoría. Es decir los hombrres
heterosexuales se excitaban subjetiva y objetivamente al ver escenas
heterosexuales y entre lesbianas y al ver a mujeres masturbarse o
ejercitarse. Los hombres homosexuales al ver escenas homosexuales y el
resto de escenas según su preferencia sexual. Ni los homo ni los
heterosexuales respondieron al sexo entre bonobos. Las puntuaciones
objetivas y subjetivas concordaban perfectamente. Es decir, en los
hombres sus mentes y sus genitales están de acuerdo.
¿Pero, qué pasa en las mujeres?
Pues la cosa es totalmente diferente. A pesar de que las mujeres se
declararan homo o heterosexuales mostraban todas ellas una fuerte
respuesta genital con todo tipo de escenas, fueran hombres con hombres,
hombres con mujeres o mujeres con mujeres. Respondieron mucho más a la
mujer haciendo ejercicios de estiramiento que al hombre desnudo paseando
y su flujo sanguíneo aumentó claramente (aunque menos que con el sexo
humano) al ver las escenas sexuales entre bonobos. Además, en el caso de
las mujeres -sobre todo las heterosexuales- la mente y los genitales
parecían no pertenecer a la misma persona, no había concordancia entre
lo que ellas decían subjetivamente y lo que marcaba el
fotopletismógrafo. Durante las escenas de lesbianas las mujeres decían
que no se habían excitado pero sus vaginas indicaban lo contrario.
Viendo sexo entre hombres homosexuales informaron también de menos
excitación que la real y viendo relaciones heterosexuales informaron de
mucha más. Entre las voluntarias lesbianas las dos lecturas convergían
cuando las escenas eran entre mujeres, pero cuando había solo hombres en
pantalla las lesbianas decían que sentían menos excitación de la que
marcaba el aparato. Subjetivamente tanto las mujeres homo o
heterosexuales decían que no había excitación y ya hemos comentado que
sí la había.
Hay pues una discordancia entre lo que
dice el cuerpo y lo que dice la mente de las mujeres (y -añado yo-
también en los hombres)
Por ejemplo, un hombre puede sentirse muy
atraido y excitado con una mujer y no tener erección (algo que se
categoriza como disfunción eréctil) o puede estar en desacuerdo moral
con algunas de sus excitaciones y reprimirlas o sepultarlas en algún
lugar de su cerebro.
Sigo con la exposición de Pablo Malo:
Pero antes de pasar a las posibles
explicaciones vamos a ver el segundo hecho misterioso de la sexualidad
femenina. En su experiencia como terapeuta de mujeres que habían sufrido
asalto sexual y violación, Chivers se ha encontrado casos no solo de
excitación sexual, sino incluso de orgasmo, y cómo las mujeres contaban
estas respuestas físicas. Por otro lado, según otros estudios, entre un
tercio y más de la mitad de las mujeres tienen fantasías sexuales (a
menudo durante las relaciones sexuales) de violación, o de algo muy
parecido: empleo de la fuerza sobre ellas, sometimiento en contra de su
voluntad, intoxicación y cosas parecidas. Una de cada 10 mujeres
fantasea una vez al mes con ser asaltada sexualmente.
Lo cual nos lleva de cabeza hacia una
consideración: todas estas evidencias experimentales no pueden
entenderse sin tener en cuenta un viejo concepto ya casi olvidado: el de
inconsciente.
Lo que falta es efectivamente una
reconsideración de lo inconsciente pues de otro modo: ¿Cómo puede
querer alguien que le hagan algo en contra de su voluntad? ¿no es
contradictorio? ¿Y si no quieren, cómo es que se excitan genitalmente?.
Lo mismo podriamos decir en el caso de los hombres ¿si están excitados
sexualmente por qué no tienen erección?
Se trata de preguntas que nos remiten a
lo insabido, a eso que llamabamos inconsciente y que en el libro de
Ansermet y Magistretti abordan con intención de desbloquear y buscar
caminos comunes entre las conocidas explicaciones psicoanalíticas y las
explicaciones neurobiológicas. Efectivamente, desde el punto de vista
neurobiológico es inexplicable que buscando el placer caigamos
repetidamente en callejones de displacer, que nos equivoquemos
constantemente en la elección de pareja, en que detestemos a los
violadores pero que al mismo tiempo fantaseemos con ser poseidas,
forzadas o sometidas por un gañán sudoroso que en la vida real ni
contemplaríamos como pareja.
Y de ahi el éxito de novelas
erótico-románticas como esa saga de Grey u otras similares, pero existe
una explicación evolucionista, recordemos que la psicologia
evolucionista es el puente que une lo psicológico con lo biológico.
Se trata de la siguiente idea: la
lubrificación vaginal es un mecanismo de defensa para facilitar el coito
en situaciones de fuerza. Parece que la sexualidad femenina ha tenido
que evolucionar en contextos donde el consenso no era la norma sino la
excepción. Si esto fuera cierto seria comprensible la explicación que da
Chivers:
La respuesta fisiológica no tiene que
ver con el deseo. De otra manera, tendría que pensar que las mujeres
quieren tener sexo con bonobos, dice Chivers en broma. Chivers, y otros
sexólogos, han propuesto una hipótesis evolucionista, que diferencia
entre “preparación (o Disposición ) sexual refleja”, y “deseo”. La
lubricación genital es necesaria para reducir el dolor y la probabilidad
de heridas en una relación sexual. En la historia evolucionista las
mujeres han tenido que sufrir asaltos y aceptar relaciones sexuales de
forma forzada, o también han tenido que intercambiar comida o favores
por sexo cuando no había tampoco un verdadero deseo de relaciones
sexuales. Las mujeres ancestrales que no mostraron una respuesta sexual
vaginal automática ante estímulos sexuales experimentaron heridas que
resultarían en enfermedades, infertilidad , o incluso la muerte, y por
ello no pasaron esas características a su descendencia. Dicho de otra
manera: las mujeres no se han podido permitir el lujo de tener
lubricación genital cuando ellas querían tener relaciones con un macho
de su elección deberían estar listas para lubricar ante determinadas
pistas o claves en el entorno. No se sabe cuáles son las claves que
disparan la respuesta fisiológica pero podrían ser cosas que el sexo
humano y el de primates tienen en común, como las posturas sexuales, los
movimientos durante la relación, o la visión del pene en erección.
Parte de la respuesta sexual femenina
está diseñada para la autoprotección en casos de abuso. Pero esta
hipótesis no nos explica el problema de las fantasías sexuales con temas
relacionados con la violación, porque en las fantasías sí estás
excitado y hay verdadero deseo.
La explicación que da Chivers roza el
campo de lo inconsciente pero para salir huyendo inmediatamente de su
influjo. Personalmente creo que la respuesta fisiológica si representa
al deseo (mejor a la pulsión) , aunque en su estado más arcaico y
ancestral, probablemente un deseo oculto (o reprimido) por centenares de
recomendaciones culturales, usos y costumbres sexuales relacionadas con
las expectativas sociales y las retribuciones mutuales del deseo.
Hay algo en ese deseo que ha quedado
escindido de la respuesta fisiologica ancestral y que se manifiesta
través de una disociación, en la anulación o en la incertidumbre de qué
cosa se desea.
Lo reprimido siempre vuelve
Bibliografía.
Chivers, M. L., & Timmers, A. D.
(2012). The effects of gender and relationship context cues in audio
narratives on heterosexual women’s and men’s genital and subjective
sexual response. Archives of Sexual Behavior. Online first. DOI:
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